Josep Antoni Gracia Vicente
Miembro del Colegio de Abogados de Barcelona desde 1979. Es el fundador de la firma y el abogado con más experiencia del equipo. Dirige el despacho y coordina los equipos de trabajo de la diferentes áreas de actividad del despacho.
Gràcia se licenció en derecho por la Universidad Autónoma de Barcelona en 1979 y, antes de ser abogado, trabajó en cosas tan diferentes como dependiente de alimentación, camarero, mozo de almacén, repartidor de libros, encuestador de estudios de mercado, taxista, vendimiador, vendedor de libros a domicilio, administrativo en el departamento de administración de fincas de Banco de Barcelona; e incluso llegó a ser conductor del Metro de Barcelona, con el número 1 de su promoción. Inició estudios de biología y psicología, de los que cursó los dos primeros años, para dedicarse después exclusivamente al derecho, gracias a los sabios consejo de su amigo Antoni Bayona Rocamora.
Se ocupa de los casos de más importancia en cuestiones civiles, mercantiles, derecho penal económico, administrativo y fiscal. Es un profesional todo terreno, con una visión plurisdiplinar del derecho.
Esto le permite una gran versatilidad en el consejo legal, especialmente en las reestructuraciones de empresas o patrimonios, en caso de problemas económicos, una de sus especialidades.
Gràcia es miembro del Tribunal Arbitral de Barcelona y ha actuado como árbitro de la Cámara Internacional de Comercio de Ginebra. También ha defendido casos importantes en procedimientos arbitrales.
Desde 1979, Gràcia ha ido acumulando la experiencia que le ha dado la práctica diaria del derecho, y ha ido dedicándose cada vez más a temas internacionales, asesorando la implantación de empresas españolas y la creación de sociedades participadas en Francia, Italia, Marruecos, Turquía, Méjico, Filipinas, Hong Kong, China, Uruguay, Florida o California.
Ha ocupado y ocupa cargos en varias empresas del sector del transportes, terminales de contenedores y otras.
Biografía
El primer contacto de Gràcia con el mundo de la abogacía fue en 1977, en el despacho del abogado de Barcelona Jaume Lligoña Alcón, dedicado a derecho civil y accidentes de tráfico y administrador de una empresa de cobro de morosos que se llamaba TECNO-RECO. Allí Gràcia practicó una abogacía de calle y de un nivel muy básico. Aun sin ser abogado, gestionaba juicios de faltas por accidentes de tráfico, juicios de desahucio por impago de rentas, reclamaciones de deudas o separaciones eclesiásticas, muy en boga en aquellos tiempos (1978).
Vale la pena explicar una pintoresca anécdota de la entrevista inicial que Jaime Lligoña hizo a Gràcia para decidir si le contrataba o no. Era una tarde de febrero, fria y lluviosa. Gràcia estaba en la sala de espera del despacho del Sr. Lligoña, esperando la entrevista. En esas que entra la secretaria personal del Sr Lligoña con un perro, un pastor belga enorme y peludo, atado con una correa, y le dice a Gràcia:
—El Sr. Lligoña le pide que si no tiene inconveniente en pasear a su perro y, de paso, comprarle un paquete de tabaco en el bar de abajo porque él está muy ocupado.
Gràcia no podía creer lo que estaba oyendo pero, de inmediato, se percató que se trataba de una prueba. Miró a la secretaria, sonrió y se fue a pasear al perro y a comprar el tabaco.
A su vuelta la secretaria le condujo al despacho del Sr. Lligoña que le estaba esperando y le dijo:
—Joven, hay muchos estudiantes de derecho que tienen muy buenas notas, pero pocos que tengan espiritu de sacrificio y eso es lo que yo estoy buscando, queda contratado a prueba durante dos meses.
A los dos años, cuando Gràcia obtuvo la licenciatura en derecho, se había convertido en una pieza esencial del despacho, y el Sr. Lligoña le hizo socio con un 20%.
Como ves, eran otros tiempos, entonces era más fácil abrirse camino que ahora.
Pero el tipo de casos que llevaba Jaime Lligoña Alcón eran de perfil bajo, accidentes de tráfico, juicios de faltas, separaciones canónicas (no existía el divorcio), deshaucios y alguna demanda civil.
Aunque Gràcia ganaba dinero como socio de Lligoña, no le satisfacía el tipo de casos que llevaba, así que tomó una decisión arrriesgada, ya que tenía una niña pequeña y una hipoteca que pagar, y decidió buscar nuevos horizontes profesionales. Tomó una hoja de papel del Timbre del Estado de 5 pesetas y escribió:
A LOS ILUSTRES SEÑORES ABOGADOS QUE LEAN ESTA INSTANCIA
Josep-Antoni Gracia Vicente, mayor de edad, casado, responsable, imaginativo y tenaz, padre de una niña de 1 año, abogado con ganas de aprender, con domicilio en Barcelona, carretera de la Bordeta 61, 1º 2ª, teléfono 2476778,
EXPONGO
A. Que tengo interés en progresar profesionalmente y busco trabajo como pasante en un despacho de abogados.
B. Que no me importa el sueldo, ni las condiciones, ni las vacaciones, ni el horario, sólo me interesa aprender.
SOLICITO
Que acepte mi candidatura, porque estoy seguro de que conmigo va a acertar.
Barcelona, 12 de enero de 1982.
Y la pegó con cinta adhesiva detrás de la puerta de la sala de togas de los antiguos juzgados del passeig Lluís Companys, que entonces se llamaba de Victor Pradera. La nota sólo duró una hora colgada, el prestigioso abogado Rafael Garrido González la leyó, se la metió en el bolsillo, y llamó a Gràcia. Al día siguiente estaba contratado.
Gràcia no puso condiciones, aceptó ganar menos de la mitad de lo cobraba. Eran tiempos en que los pasantes no tenían ni seguridad social, ni desempleo, ni seguro médico, sólo espíritu de sacrificio y ganas de trabajar.
En el bufete de Rafael Garrido Gràcia encontró el tipo de casos de nivel que estaba buscando, clientes importantes como LA INDUSTRIAL SEDERA SA, o el por aquél entonces conocido notario Joaquín de Prada González, empresas de todos los sectores, casos complejos que exigían esfuerzo y dedicación. Gràcia, poco a poco, se fue convirtiendo en una persona imprescindible del despacho en el que introdujo nuevas formas de gestión, en una época en que los abogados trabajaban sin ordenadores y con copias en papel carbón.